De Villanueva de Oscos a la ferrería de Santa Eufemia

Y luego a la cascada de Morlongo

5 de septiembre de 2020

Hoy el día parece que está de orbayo en la costa tapiega, así que vamos a probar suerte por los Oscos. Muchas veces, cuando pasa esto y subes el puerto de la Garganta, es fácil que el tiempo arriba sea bueno, algo así como lo que pasa cuando cruzas el túnel del Negrón en dirección León.

La primera vez que subí a los Oscos quedé impresionada, y de eso hace ya muchos años. Pero a día de hoy, y tengo la suerte de subir muchas veces, he de confesar que me han cautivado. Todo lo que veo aquí me gusta: sus pequeños núcleos de población que se diseminan con sus inmensas casonas de piedra y pizarra; sus carreteras estrechas y sinuosas flanqueadas por árboles autóctonos que llegan a veces a entrelazar sus copas a ambos lados de la carretera, su naturaleza espléndida con esas praderías verdes, a veces coronadas con peñascos que surgen de la nada y sus montañas suaves, redondeadas, muy antiguas, muy tranquilas…; su deliciosa gastronomía y sus gentes. Bueno, he de confesar que juego con ventaja, pues la familia de Ama es de aquí :O

Y abandono esta inevitable digresión para volver al día de hoy, en el que fuimos a Villanueva, capital de uno de los tres Oscos y poco conocido para mí.

Cuando llegas al pueblo, sin duda lo que llama la atención es el gran monasterio de Santa María, con su iglesia adosada. Este monasterio del siglo XII, primero benedictino y luego cisterciense, hoy en ruinas, ha sido acondicionado para la visita y se puede entrar y tratar de imaginar cómo fue este magnífico edificio en su época de esplendor. El monasterio fue el núcleo en torno al que creció el pueblo y el que propició el desarrollo de muchas actividades profesionales en la zona, por ejemplo los ferreros.

Monasterio, hórreo y vista de Villanueva de Oscos

Pues nada, dimos un paseo por el pueblo, muy arreglado. Me llaman especialmente la atención los hórreos, que son los típicos asturianos, pero tienen el tejado de pizarra. Y después de tomar algo y de comer, decidimos ir hasta la ferrería de Santa Eufemia. Parece que se puede ir siguiendo en parte una ruta marcada que se llama la ruta de los Bosques y para allá que nos vamos, eso sí de domingueros y sin agua… ¡vamos, de diez!

Mapa de la ruta

La ruta está señalizada y empieza en un camino que está a la entrada del pueblo y que lleva hasta el cementerio, el campo santo como dicen por aquí. Y en cuanto entramos en este camino, en ligero descenso ya nos encontramos directamente con esa naturaleza en estado puro de la que hablaba antes: grandes castaños, carballos, abedules, camino de carros con el firme de pizarra, losas de pizarra que se ponen a los lados del camino a modo de vallas y luego esos muros de piedra totalmente cubiertos de musgo, helechos de todos los tamaños y árboles recubiertos de líquenes. que corroboran la calidad ambiental del aire.

En el camino hay líquenes, pizarra, musgo… naturaleza

Este camino acaba en Santa Eufemia, donde entramos por el lado de la iglesia que parece que merece la pena visitar, pero está cerrada. Ahora vamos un rato por la carretera y nos encontramos con el Ecomuseo del Pan, también cerrado. No obstante, paramos un rato aquí, pues en el exterior del edificio han recreado la disposición del cereal después de la cosecha y Ama conoce bien esto, pues lo vivió en su infancia. Así, me explicó que los montones más pequeños se llaman medeiros y el mayor es un palleiro. Los medeiros están formados por al menos 8 maollos que son brazados atados de cereal y posteriormente los medeiros se cargan y se transportan a las eras donde se agrupan en medas de unos 10 o 15 faces, siendo un faz 40 maollos. En el momento del trillaje se separa el grano de la paja. La paja se va apilando y formando los palleiros que luego se usaban para hacer la cama del ganado y el grano se guardaba en huchas. En estas huchas de cereal se guardaban los huevos, pues eran lugares secos y de temperatura constante, ideales para mantenerlos en épocas en las que no había neveras.

La cantidad de grano se medía en unos cajones normalizados por zonas que se llamaban ferrados y eran una unidad de medida agraria, de manera que en esta zona 12 ferrados constituían una fanega. Las tierras de cultivo (terra de laborío) se medían por su capacidad de producción de grano de cereal, de forma que una tierra tenía x fanegas e y ferrados. ¡Gracias Ama por enseñarme todo esto!!

Tres medeiros y un palleiro

Después de un rato en el exterior de este museo, salimos a la carretera y llegamos al área recreativa de Santa Eufemia, sin duda un lugar muy bonito para comer, justo al lado del río.

Nosotros tomamos un camino que sale a la derecha y que con un ascenso considerable atraviesa un magnífico abedular. El camino nos lleva a coronar en una crestería escarpada en su parte alta y muy bonita. Desde aquí se podría seguir para hacer otras rutas, pero nosotros tenemos que descender por un pequeño sendero que se dibuja en la ladera y que nos lleva a atravesar grandes extensiones de brezo en flor, superbonito. También avistamos ya la ferrería de Santa Eufemia a la que nos dirigimos.

Camino en el abedular, zona alta, ladera con brezo en flor y valle

Pasamos a la altura de un peñasco que se llama a Pena Abelleira y luego entramos en otro precioso camino que atraviesa un bosque, muy similar al primero por el que habíamos pasado. Aquí vimos un montón de babosas que dado su tamaño parece que tienen aquí su hábitat ideal

Este camino sale a la carretera, justo a la altura de la ferrería de Santa Eufemia, que es una construcción muy singular. Nos acercamos a ella para verla con detalle, aunque está cerrada y solo se puede ver la rueda del ingenio hidráulico, fuerza motriz del mazo y reguladora del fuelle de soplado de la ferrería.

Ferrería de Santa Eufemia – Foto Ama

Y ahora, ya damos la vuelta para Villanueva, aunque la ruta se podría ampliar atravesando más bosques. Nosotros cogemos un pequeño tramo de carretera y enseguida enlazamos con el camino por el que habíamos venido y pronto llegamos a nuestro destino. Haciendo clic en el botón de abajo se puede ver el track de la ruta.

La verdad es que fue un paseo muy bonito, nos gustó mucho :O. Y ahora, ya en el coche, cogemos la carretera que lleva al alto del puerto de la Garganta para volver a Tapia. A los pocos kilómetros, veo un cartel en la propia carretera que pone cascada y una pequeña explanada en la que se puede aparcar.

Así que paramos y cogemos un pequeño sendero que sale justo de la propia orilla de la carretera y que desciende hacia el río. Y al fondo, muy cerca, vemos el bonito salto de agua que luego supimos que era la cascada de Morlongo. Acercarse hasta ella es muy fácil, otra cosa es cruzar el río para verla bien :). Nosotros lo hicimos, jaja. ¡Es muy bonita!

Cascada de Marlongo – Foto Ama

Y ahora sí, volvemos al coche y bajamos la Garganta, esa carretera llena de curvas que tanto le gusta a Ama y en la que invariablemente me mareo (¿será que baja un poco rápido? ;)), y en poco más de media hora llegamos a Tapia. Por cierto, hay muchas rutas bonitas por allá arriba. Ya tenía algunas apuntadas, pero mi lista sigue creciendo :)))).

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