Por la senda costera tapiega hasta las lagunas de Salave

2 de julio de 2020

Seguimos en tiempos de coronavirus, mal que nos pese, y creo que vamos a seguir para rato. Así que este verano toca buscar sitios poco concurridos o estar en casa; bueno por lo menos nosotros lo enfocamos así. Y buscando esta situación de baja concurrencia y aprovechando que tenemos tres días de vacaciones (tampoco nos vamos a despeinar) y que Lucía se apunta… pues, ¿qué mejor sitio que Tapia, sobre todo teniendo en cuenta que la previsión meteorológica no es demasiado buena? Aunque, ¡alerta!!! Hay un rebrote de coronavirus en A Mariña lucense… que tampoco está tan lejos de Tapia. Pero bueno, finalmente nos decidimos, pese a que Ama nos avisa del riesgo de vernos envueltos en una bacanal vírica, jajaja.

El caso es que nos fuimos para Tapia y había poca gente, mucha mascarilla, bares que parecían seguros y un tiempo bastante inestable. Por tanto, como lo de la playa iba a ser que no… ¡qué opción hay mejor que aprovechar la belleza que nos ofrece la costa occidental asturiana!

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La bocana del puerto de Tapia con sus dos faros

Y lo que voy a describir aquí es el pequeño paseo que hicimos para ir a conocer las lagunas de Salave. Sí, he de confesarlo, ¡nunca había estado en ellas!!!! Es un lugar muy controvertido, pues parece que en la zona hay una gran cantidad de oro (de hecho ya hubo una mina de oro aquí en la época romana), pero es también un sitio con una riqueza natural impresionante. Y desde ahora, antes de seguir escribiendo, me uno al clamor popular de gran parte de los tapiegos en defensa de estas impresionantes lagunas: ¡oro no, mina fuera!!!

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Mapa de la ruta

Empezamos la ruta en el centro de Tapia de Casariego, justo delante de la iglesia y nos dirigimos en dirección a la playa de Represas. Pasamos por delante del centro de salud, por delante del albergue de peregrinos y del bien conservado lavadero que hay justo de frente y llegamos inmediatamente al mirador de Represas. ¡Es un lugar muy bonito! Situado sobre la playa de cantos rodados del mismo nombre, llama la atención por los llamativos islotes de roca que tiene de frente. Uno de ellos, la Pilarosa, queda unido a tierra cuando baja la marea. Sin duda, es un lugar para detenerse un rato a contemplar el mar y los acantilados. Justo al lado del albergue de peregrinos, pocos lugares como este se encuentran los que peregrinan hacia Santiago para descansar .

represas
Islotes de Represas

Seguimos avanzando por la carretera local, en la que habitualmente hay gente paseando y muchos peregrinos y muy poco tráfico, y remontamos una pequeña cuesta. Ahora ya tenemos a nuestra vista la rasa costera y las plantaciones de maíz que se extienden hasta el horizonte.

maiz infinito
Campos infinitos de maíz

Pronto vemos una casa blanca, que siempre tiene muchas flores, y que está sola en el lado izquierdo de la carretera. Justo por el lateral de esta casa, sale un camino de tierra que nos lleva a enlazar con el GR-204. Lo seguimos durante un rato, pero sabemos que hay un lugar muy bonito en el acantilado, la punta Turbela, y nos dirigimos antes hacia ella para ver una vez más ese paisaje. Por cierto, un poco antes de llegar a la punta, hay unas vistas magníficas de Tapia de Casariego, con una perspectiva muy diferente a la que se suele ver en las fotografías.

tapia vistas
Tapia en el horizonte

Pronto llegamos a la punta Turbela y aquí han acondicionado una pequeña área recreativa.

area recreativa
Mesitas de piedra en punta Turbela

La belleza de este lugar radica en sus acantilados, las cuevas que ha horadado el mar,  las pequeñas calas de cantos rodados, las grandes extensiones de manzanilla que se extienden hasta el abismo, y en definitiva en la inmensidad del mar. Es un lugar muy frecuentado por pescadores.

manzanilla
Grandes manchas de manzanilla, con ese aroma…

Desde punta Turbela cogemos un camino que un poco más adelante se une de nuevo al GR que estamos siguiendo y que nos vuelve a alejar un poco del mar, para poco después entroncar de nuevo con la carretera que es en este punto Camino de Santiago y senda costera.

Pocos metros después volvemos a coger un camino de piedra que toma dirección hacia al mar y hacia la mancha forestal que se ve muy cercana al acantilado. Es un camino muy agradable, prácticamente llano y prácticamente sin gente. Seguimos avanzando muy cómodos y de repente nos encontramos con un lugar sorprendente. Luego supimos que se trataba del jardín de los Recuerdos.

jardin recuerdos
El jardín de los Recuerdos

Y lo supimos de primera mano, porque justo cuando estábamos allí delante, tratando de interpretar lo que era aquello, llegó por allí el propietario y autor, Camarada. Bueno, en definitiva, este señor de 76 años, de la casa Camarada de Mántaras, es el dueño de esta zona del monte y en un claro comenzó a construir figuras de animales sobre los propios troncos, a decorarlas con las cortezas de los eucaliptos y a dejar constancia de la historia de Mántaras y de sus tradiciones, con numerosos aperos, poemas propios… también tiene muchas flores, en memoria de su abuela. Y el jardín, está dedicado a la memoria de su mujer.

La jirafa toma como base el propio árbol

Tiene también un libro de firmas, con gel hidroalcohólico y todo, jajaja. El caso es que este buen hombre ha sabido transformar su soledad en su propio arte y ha encontrado una forma de compartirlo y de conversar con todos los que pasan por allí.

Un poco más adelante, al otro lado del camino, está preparando otro pequeño jardín, esta vez dedicado a los pescadores. La cara de los pescadores da un poco de miedo, jaja.

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El Arenal, un homenaje a los hombres y mujeres de la mar

Justo en este punto, cogimos una desviación del camino principal para acercarnos otra vez al borde del mar. Llegamos a la punta del Pedrón, con una panorámica muy similar a la que habíamos visto en la punta Turbela.

punta del pedron
Punta del Pedrón, con la costa de Viavélez al fondo

Y desde aquí, volvimos sobre nuestros pasos y siguiendo el camino, vamos entrando en un bosque cada vez más frondoso. Hay muchos pinos, pero también hay castaños enormes y otros árboles espectaculares de los que no sé su nombre.

bosque
Nos adentramos en un bosque

Pero, lo que más llama la atención es cómo casi de repente, debido a esta frondosidad, la luz del sol se atenúa de forma increíble y cómo de repente el único sonido, casi un estruendo, que oyes a tu alrededor es el croar de las ranas y el piar de pájaros, que por los diferentes timbres, parece que abundan y de muchas especies. Es casi sobrecogedor.

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La frondosidad del bosque aumenta

Y luego, empiezas a ver las pequeñas lagunas y luego la laguna grande, es impresionante.  Con las aguas verdosas y con todo tipo de vegetales. Llaman la atención los nenúfares, los helechos gigantes… bueno, todo llama la atención.

                                                        Helechos gigantes y nenúfares

Merece la pena meterse por los pequeños senderos que se van acercando hacia las lagunas, claro, con mucho cuidado… porque si metes un pie allí, igual te engullen, jaja.

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La laguna grande de Salave – Foto Lucía

Y después de esta sensación de estar en medio de un bosque mágico, en el que a lo mejor vive un gigante que custodia el oro que está bajo las aguas, poco a poco sigues el camino y poco a poco recuperas la luz del sol. Y un poco después, vuelves a entroncar con la carreterita de los peregrinos que nos llevará directamente a Tapia y que por cierto, casi la conozco de memoria, pues es por donde suelo correr.

Y como reflexión final, solo reiterar mi sincero deseo de que se preserve esta maravilla natural: no vaya a ser que el guardián del oro se enfade…;)

Haciendo clic aquí se puede ver el track de la ruta.

 

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